[chef dave]

by David Fridman



Cuando decidí mudarme solo sabía que me iba a encontrar con un chingo de retos. La renta, la luz, el gas, el agua (en NY el agua sale gratis), Internet, la muchacha, el mantenimiento, en fin. Pero nada, NADA, me pudo haber preparado para el horror mayor: la cocina.

Pocas veces en mi vida me he puesto el sombrero de chef, el delantal de cocinero o la guayabera esa que usa Ramsey. El delantal si me lo pongo cuando como mole y traigo camisa, pero eso es porque soy torpe.

Tengo muchas cualidades y cocinar no es una de ellas. No me da vergüenza decir que se me quema el cereal. Seguramente se están preguntando: “Pero Deivid! Viviste en Nueva York casi 5 años! Como le hacías en ese entonces?” Les explico, amigos y amigas con poco street-smarts. Cuando uno trabaja en restaurantes, pues le dan de comer a uno ahí gratis. Y si te llevas bien con los de la cocina – en su mayoría mexicanos – platicas tantito de Hugo Sanchez y te dan un pollo entero cocinado. Y las pizzas de Ray costaban un dólar. So, there.

Es por eso que lo que acabo de hacer se merece un post entero. Porque hagan de cuenta que le tienen miedo a las alturas y se acaban de aventar del bungee.

Hace casi un mes que vivo aquí y hace casi un mes me compré unas calabazas que llevan casi un mes metidas en el cajón de la verdura. Y no voy ni a tocar el tema de la arrachera porque #madrededios.

Tons, sin plan para comer dije: “David, es momento de separar a los hombres de los inútiles, pon tu carne en el sartén y sazónala.” Y pues si. La sazoné. La sazone como nunca nadie antes jamás había sazonado una arrachera. Gracias a Dios.

Luego pensé que ya sucio el cuchillo, pos pico la calabaza – esa que lleva casi un mes en el cajón - y también la sazono. Y la sazoné. Sazoné esa calabaza como nunca nadie antes jamás ha sazonado una calabaza. Gracias a Dios.

Tip: si se les atraviesa la pimienta en polvo, dos cosas. 1) No usen pimienta nomas por usar pimienta. 2) Asegúrense de abrir la tapita de los hoyitos y no la que sale como si le estuvieran cocinando a Sgt. Pepper.

Mientras estaba todo eso en #lasarten asándose, puse a calentar un poquito de arroz que me cocinó mi hermano [a mi hermano le tocó toda la parte del cerebro cocinero de la cual yo carezco] . Y puse ese arroz en el micro. Lo puse en el micro como nunca nadie antes jamás ha puesto un arroz en el micro.

Limón. Maggy. Pimienta galore. Puse todo en el plato y me senté a comer. Estaba nervioso. Y si, le tomé una foto al plato porque por qué chingados no.

Creo que la Maggy hace la comida salada porque al primer bocado que le dí a mi arrachera sentí que me había revolcado una ola allá en Caleta.

Me quedé callado, mastiqué y me la comí.

Y luego le llegué a la calabaza. La deliciosa calabaza a la pimienta que me cociné yo solito. Si les digo que estaba DE-LI-CIO-SA estaría mintiendo. Sabía a pie.

Me quedé callado, mastiqué y me la comí.

Y ya luego el arroz me lo comí como si fuera órfano en hospicio.

Me acabé toda la comida de mi plato. Me paré y lavé todos y cada uno de los trastes que usé porque, no seré bueno cocinando, pero soy muy bueno manteniendo un hogar limpio y decente. El sartén sigue sin lavar porque no se como lavar el teflón y me da miedo hacer algo de lo que luego me pueda arrepentir.

Y bueno, la calabaza aparentemente seguía buena. No estaba podrida ni nada. Eso está por confirmar, les informo en un lapso de 8 a 10 horas como concluyó esta historia.

No crean que este post fue una invitación escondida para todos ustedes amigos que si saben cocinar en venir a mi casa y enseñarme a asar un pinche pedazo de carne.

Los voy a ir mantendiendo al tanto de otros episodios cociniles eventualmente, pero los dejo con estas sabias palabras:

The key to a bad chef is consistency.


BON APPET-FUCKIN-TIT!!!